Por: Freddy
Argimiro Gutiérrez Fassano
Hay ciertas
disciplinas en las cuales los deportistas pueden exhibir en pocos minutos sus principales
destrezas. Pondré como ejemplo la gimnasia rítmica. Hay otras disciplinas donde
los deportistas necesitan bastante tiempo para mostrar el alto nivel que han
alcanzado. En este caso señalaré las carreras de 42 kilómetros (maratones). Con
los cantantes pasa lo mismo. Digamos que existen “cantantes gimnastas” y
“cantantes maratonistas”. Los primeros son especialistas haciendo “acrobacias
melódicas” y “malabares rítmicos”, y los segundos son especialistas en el arte
de cautivar lentamente al público a través del tejido de ideas, sensaciones y
sentimientos que va dejando a su paso el repertorio interpretado.
Estas dos
necesarias y atractivas tendencias que nos ofrece el mundo del canto no se
excluyen entre sí, ambas influyen (aunque en distintos porcentajes) en el desarrollo
de cada cantante. Es muy importante determinar en cuál de las dos tendencias
encajan mejor las capacidades de una persona que esté siendo evaluada. Esa
definición pesa mucho a la hora de estructurar un plan de trabajo.
El “cantante
gimnasta” es un exponente del “fisicoculturismo vocal”. Para él es fundamental
montar canciones que le permitan mostrar su “musculatura”.
El “cantante
maratonista” es un cuentacuentos. Sus canciones forman parte de un mismo
relato, y ese relato solo puede ser entendido cabalmente por quienes han
seguido la trama de principio a fin.
Para un
“cantante gimnasta” el repertorio es la pasarela sobre la cual desfila la voz.
Para un
“cantante maratonista” la voz es la pasarela sobre la cual desfila el
repertorio.
Pregúntate cuánto
por ciento de “cantante gimnasta” y cuánto por ciento de “cantante maratonista”
tienes. Esa respuesta aclarará tu panorama.